Profesional en el trabajo, padre en casa, amigo en las relaciones sociales… ¡Qué vicio con separar tenemos! Y lo peor de todo es que luego nos obcecamos en buscar formas de volver a integrar todo aquello que separamos. La que más me llama la atención es en el mundo laboral: conciliar vida laboral con vida personal.

Cuando impartimos talleres en Thinking With You, el foco está puesto en la persona, en su globalidad y su completitud como profesional, padre, amigo, deportista y un larguísimo etcétera que nos define como personas. Somos más allá de nuestros comportamientos y, por lo tanto, separarnos sólo hace que levantar barreras que luego hay que aprender a franquear. La nueva visión del mundo empresarial pasa por ver que los profesionales son personas, y como personas tienen necesidades individuales y colectivas como eso, como personas. Quien se motiva es la persona, no el profesional; quien produce es la persona, no el profesional; quien tiene problemas es la persona, no el profesional. ¿Qué esperamos resolver enfocándonos únicamente en el profesional? Probablemente sea un tema de miedo a ver a la persona.

En alguna ocasión, el feedback que me han dado los asistentes a nuestros talleres es que agradecen que no me haya enfocado en los aspectos más profesionales. Si los procesos de cambio fueran árboles, el centrarse en la parte profesional de la persona sería como podar las ramas y hacer injertos de otro árbol que queremos que florezca. Puede que funcione. Sin embargo, es probable que el cambio sea caduco. Como profesional del cambio, me gusta ver todo el árbol completo, desde todas sus ramas a sus raíces. En lo profundo, ahí es donde está la auténtica transformación.

Un cambio cultural empresarial es algo que ocurre en el interior de cada persona, en lo más profundo de su ser. Este tipo de cambios se producen en las creencias de los empleados, surge en las emociones que experimentan, en sus valores. El cambio real surge de ir a lo más profundo y, desde ahí, acompañar a la persona a alcanzar su objetivo. Los coaches estamos entrenados para observar esa parte de la persona, sus raíces, hacer que ellos mismos la observen y de ahí surja su deseo de cambiarlo.

Creo que la conciliación de la vida laboral no existiría si dejásemos de obcecarnos en separar a la persona del profesional. Todo sería mucho más fácil si sencillamente nos tratásemos los unos a los otros como personas, con nuestras necesidades profesionales pero también con nuestras necesidades personales y emocionales.

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