Mi amigo Pedro fue ayer a una consulta médica. Me contó que le vió una doctora muy amable que le hizo unas pruebas y ese mismo día le puso un tratamiento. Mi amigo dijo que tiene apuntado el nombre de lo que le pasa en un informe que no entiende. No sabe muy bien lo que le pasa, pero cree que no pinta bien. Se fue del hospital con unas citas para los próximos tres meses para que le vuelvan a poner el tratamiento. Está preocupado y un poco asustado.
Mi amiga Lourdes es médico en el hospital. Ayer vio a mi amigo Pedro en su consulta. Me ha contado que le dió el diagnóstico de su patología y el pronóstico de la enfermedad. También le explicó cuál es el tratamiento y en qué consiste el proceso terapéutico.
Ambos dicen la verdad de lo que vivieron y, sin embargo, la experiencia fue completamente distinta. La comunicación entre ellos no funcionó.
En cualquier ámbito de la vida, la comunicación entre las personas es algo complejo. Si además añadimos la variable de la intensidad emocional que acompaña la pérdida de salud, la dificultad para que la comunicación entre los profesionales de la salud y los pacientes y familiares sea efectiva, aumenta.
En los últimos años, se han realizado estudios significativos sobre cómo la comunicación efectiva optimiza la calidad de la atención médica. Estas investigaciones han aportado evidencias de cómo una buena relación terapéutica mejora la experiencia del paciente y los resultados en salud.
Cuando los profesionales se comunican de manera efectiva y empática, refuerzan la confianza que los pacientes depositan en ellos. También mejora la adherencia al tratamiento porque los pacientes entienden mejor su diagnóstico, el propósito, la importancia de su tratamiento y cómo deben seguirlo. Una comunicación efectiva empodera a los pacientes al invitarlos a participar activamente en su propio cuidado. Además, esto ayuda a regular sus emociones porque asumen un rol activo en la recuperación de su salud, saben qué esperar y sienten tranquilidad sabiendo que pueden hablar abiertamente de cómo están viviendo su proceso, sus preocupaciones y sus expectativas. Este intercambio de información facilita el diagnóstico y permite ajustar el tratamiento a las necesidades de cada persona. La comunicación adecuada entre pacientes y profesionales previene malentendidos y conflictos, lo que a su vez reduce las quejas y reclamaciones. Por último, las métricas nos demuestran que la comunicación empática acelera el proceso de recuperación del paciente reduciendo el tiempo de hospitalización. En definitiva, hay una relación directa entre la comunicación eficiente entre los profesionales de la salud y los pacientes y cuidadores y la seguridad del paciente y los resultados en salud.
Por otra parte, la experiencia de los profesionales sanitarios y su bienestar es una pieza clave en este ámbito. Una comunicación efectiva en las interacciones sanitarias también puede ayudar a prevenir el cansancio empático de los profesionales que cuidan de personas que han perdido la salud, ya que mejora la relación con los pacientes.. El establecer relaciones positivas con los pacientes es una fuente de satisfacción para el profesional.
Para que todo esto suceda se requiere que el profesional sanitario esté entrenado en comunicación para la salud. A lo largo de su formación profesional, los sanitarios adquieren extensos conocimientos para prevenir, diagnosticar o tratar enfermedades, pero reciben una escasa formación en habilidades comunicativas.
Esta formación requiere del aprendizaje de recursos más o menos sencillos de transmitir y adquirir. Estos recursos son, entre otros, el uso de un lenguaje claro y sin tecnicismos, practicar la escucha activa, plantear preguntas abiertas de distintos tipos, conocer y modular la comunicación no verbal, usar la tecnología (incluyendo el uso de la inteligencia artificial, por ejemplo para traducir informes médicos o analíticas a un lenguaje más adaptado a los pacientes), apoyarse en herramientas visuales o auditivas, buscar momentos para que el paciente resuma lo entendido o nos de retroalimentación, etcétera.
Además, para mejorar la comunicación con los pacientes, el profesional de la salud necesita vivir un proceso de autoconocimiento que le ayude a identificar tanto sus fortalezas comunicativas como sus resistencias ante determinadas situaciones emocionales. Por otra parte, un profesional que practica el autocuidado, que descansa cuando lo necesita, que ventila sus emociones después de momentos críticos, que mantiene relaciones de calidad con sus compañeros y se siente apoyado, puede acompañar a los pacientes y comunicarse con ellos con más empatía y efectividad.
Necesitamos incluir la experiencia de los pacientes y sus familiares como parte de su tratamiento. También es necesario cuidar la experiencia de los profesionales para mejorar la comunicación en salud. De esta manera, fomentaremos que el intercambio de información sea comprensible y ofrezca un acompañamiento emocional, así como posibilidades de afrontamiento a quienes están en un proceso vulnerable, obteniendo así mejores resultados en salud.
Consejos para el profesional:
- Escucha con curiosidad.
- Haz preguntas abiertas.
- Utiliza un lenguaje que todos entiendan.
- Pregúntale al paciente qué ha entendido.
- Apóyate en recursos como la inteligencia artificial, visuales…).
- Invita a tu paciente a participar en las decisiones.
- Pídele retroalimentación de la atención que percibe.
- Cuida tu bienestar.
Consejos para el paciente:
- Prepara la consulta con una lista de preguntas y preocupaciones.
- Sé claro y conciso.
- Sé honesto con la información que das.
- Pide aclaraciones si algo no lo entiendes.
- Haz preguntas.
- Expresa lo que te preocupa.
- Participa e implícate en el proceso de recuperación de tu salud.