Hace unas semanas comentábamos los aspectos que no están cubiertos por las metodologías tradicionales en los que Agile nos es de gran ayuda.

Veíamos por encima los cuatro valores del Agile Manifesto; en estos últimos artículos, hemos estado viendo en detalle en qué consisten y algunos ejemplos de la vida real que seguro que os resultan familiares. En la anterior entrega vimos el tercero.

Una cuestión importante que conviene tener en cuenta antes de repasar esos valores es que no se trata de descartar los aspectos tradicionales (a la derecha) sino, más bien, de conceder más importancia a otros, que estimamos fundamentales (los de la izquierda).

Cuarto de los valores del Manifiesto Ágil.

Valor 4: Respuesta ante el Cambio por encima de Seguir un Plan

Muy relacionada con la anterior, esta cuestión nos ayuda a alejarnos de los estamentos escritos en piedra que poco tienen que ver con la realidad actual.

Tomemos el clásico Gantt que se genera como primera parte de la planificación del proyecto. Si hemos planificado correctamente -y lo hemos hecho porque somos excelentes profesionales-, tendremos una plantilla que nos incluye una serie de tareas, dependencias, responsables, hitos, etc.

Los cumpliremos a rajatabla… de nuevo, si el mundo se detiene y no hay avances tecnológicos, variaciones en las necesidades de los clientes, nuevos productos o servicios a incluir y, por supuesto, si la competencia está quietecita. En definitiva, estaremos sujetos a una situación de estanqueidad. ¿Quiere esto decir que las metodologías tradicionales no lo tienen en cuenta? En absoluto. Existen matrices de riesgo, técnicas de gestión de cambios de alcance… La cuestión no es, en nuestra opinión, generar herramientas para contingencias cuando, precisamente, la contingencia es la normalidad.

La cuestión en, sin embargo, reconocer y aceptar el cambio como una constante. Aceptar que cambiarán el entorno, las necesidades del cliente final, que la competencia nos hará acelerar, que aparecerán nuevas tecnologías que nos permitan llegar antes y mejor a aportar valor… y tener todo esto en consideración cuando planteemos cómo vamos a trabajar. ¿Significa esto ir como pollo sin cabeza, sujetos a vientos cambiantes cada día? Rotundamente no; existe un espacio amplísimo entre la adherencia a un plan estricto y la absoluta desorganización que se arguye contra la premisa de respuesta ante el cambio. Nosotros creemos que debemos tener claro dónde queremos ir, pero que debemos abrazar la incertidumbre como parte de la realidad y estar preparados para lo que esta última nos depara.

¿Cómo lo véis vosotros? ¿Os parece que la adaptación al cambio es una tónica habitual en los proyectos en los que habéis trabajado? ¿Cuál ha sido el resultado tras detectarse -si os ha sucedido- una diferencia entre el objetivo inicial y el real, pasado el tiempo?

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