En la anterior entrega comentábamos los aspectos que no están cubiertos por las metodologías tradicionales en los que Agile nos es de gran ayuda.

Veíamos por encima los cuatro valores del Agile Manifesto; en los próximos artículos, iremos más en detalle a ver en qué consisten y algunos ejemplos de la vida real que seguro que os resultan familiares.

Una cuestión importante que conviene tener en cuenta antes de repasar esos valores es que no se trata de descartar los aspectos tradicionales (a la derecha) sino, más bien, de conceder más importancia a otros, que estimamos fundamentales (los de la izquierda).

Primero de los valores del Manifiesto Ágil.

Valor 1: Individuos e Interacciones por encima de Procesos y Herramientas

En ámbitos en los que los proyectos se gestionan mediante metodologías predictivas es frecuente oír aquello de “que la inteligencia resida en el proceso y no en el individuo”, como ejemplo de prudencia en la gestión y de buena práctica que asegura la continuidad del proyecto. Existe esa tradicional tendencia a automatizar y/o documentar los procesos lo máximo posible, con el objetivo de que los “recursos” sean intercambiables. Esa especialización, esa automatización, esa estandarización, ha sido lo que nos ha traído hasta aquí, y no seré yo quien denueste el modelo, puesto que supuso un avance extraordinario en su día y, durante años, ha supuesto una fuente de mejora verdaderamente notable.

La cuestión, más bien, es que en el nuevo entorno profesional en el que nos encontramos -y precisamente gracias a la automatización de actividades en las que el ser humano no aporta excesivo valor-, la visión, inteligencia, criterio, habilidad y experiencia de las personas cobra un peso específico vital. Es importantísimo asegurar que las personas que forman el equipo se mantengan motivadas, se autoorganicen, estén comprometidas con el objetivo común… La formación, motivación y compromiso de las personas y las interacciones que entre ellas se generen suponen, en gran medida, la diferencia entre el éxito y el fracaso de un proyecto.

Esto, obviamente, no es nuevo; lo que sí aporta Agile es que le concede -de manera explícita- la importancia que todos sabemos que ha tenido siempre.

¿Quién no se ha encontrado en alguna ocasión en un proyecto en el que se cuenta con la tecnología más puntera, con los procesos más finos y automatizados… pero con un conjunto de personas que, más que un equipo, es una banda? Venga, no seáis tímidos… ¿De qué sirve contar con esos procesos y esas herramientas si las personas que deben trabajar con ellas no están motivadas, no conocen la importancia del objetivo, no se fomenta el compromiso ni se facilitan relaciones sanas y constructivas entre ellas?

La próxima vez que nos veamos será para charlar en detalle acerca del segundo valor: Software Funcionando por encima de Documentación Extensiva. Para no perder la costumbre, incluiré algún ejemplo que, a buen seguro, podremos asociar con alguna experiencia propia.

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