Me resulta curioso cómo durante mucho tiempo he trabajado sobre el conocimiento y las certezas, lo que sé que sé. Desde hace unos años me ha motivado a cambiar aquello que me generaba incertidumbre, siento que sólo he podido cambiar aquello de lo que he dudado.

Las personas y equipos funcionamos a través de hábitos que se instauran por repetición que generan creencias o verdades que damos por ciertas sin cuestionarlas. Como agente de cambio, cuando tienes delante de ti a una persona o un sistema (entiéndase un sistema, un equipo, un departamento o una organización), busco sembrar la duda en torno a aquellos hábitos que generan creencias o hacia las verdades que se dan por supuesto sin comprobarlo.

Como agile coaches tenemos herramientas para hacer explícitas las creencias limitantes, completar las verdades del equipo con nuestra visión personal de la realidad o medir el coste del comportamiento. En este caso pueden ocurrir tres cosas:

  1. Que sobre el equipo se siembre la duda, tomen conciencia de la necesidad de cambio y lo movilice hacia él.
  2. Que sobre el equipo se siembre la duda, tomen conciencia y no tengan motivación suficiente para el cambio.
  3. Que ni siquiera se siembre la duda.

Todos desearíamos que ocurriera la primera, sin embargo, la segunda y la tercera son más comunes. El segundo de ellos puede ser porque el coste (o dolor) que sufre el equipo no sea lo suficientemente alto como para motivarse para cambiar. A pesar de que sí sea una incomodidad, el beneficio de cambiarlo no es lo suficientemente grande como para querer cambiarlo.

El tercero de ellos suele generar frustración para los que trabajamos con equipos. Es importante en estos casos aceptar que los procesos de cambio son exactamente eso, procesos, y por lo tanto, tienen una serie de pasos que a veces no alcanzamos a ver a priori. En ocasiones estaremos en un punto en el que el equipo no está preparado para dudar de sí mismo, también que la cultura organizacional alimente el hábito de no dudar de lo ya establecido (“es que aquí las cosas se hacen así”) o, incluso, que no seamos la persona idónea para hacerles dudar.

Siembra la duda

El árbol de la agilidad, como herramienta para trabajar los valores.

Sea el escenario que sea, como agentes de cambio, nuestra única opción es buscar alternativas de articular lo que estamos viendo, incluso buscando aliados que tengan más influencia en cuanto a la comunicación con el equipo. Lo que sí está claro es que, si como agente de cambio nos damos por vencidos a la hora de sembrar la duda, sencillamente estaremos alimentando la certeza de sus creencias y hábitos.