Hace unos años en esta charla hablaba, entre otras muchas cosas, del efecto Ringelmann y como éste enuncia directamente un problema relacionado con el tamaño de los equipos.

La teoría general de equipos nos dice que los equipos más efectivos (eficaces y eficientes) son pequeños. Incluso algunos especialistas en el ámbito (y en los propios enfoques ágiles así también se indica) hablan de que este número podría ser entre 5-9 personas. ¿Por qué hasta 9 y no 12, 15 o 25?

El granjero francés Maximilian Ringelmann, demostró que el esfuerzo que realiza cada miembro en un equipo va disminuyendo según el tamaño del mismo aumenta. Para ello, realizó el experimento con un grupo de personas tirando de una soga. Dividió en 2 equipos a las personas y las puso a jugar a este juego en el que personas de ambos equipos se disponen a tirar de ambos extremos de una cuerda. El equipo que logra arrastrar la cuerda y sobrepasar una marca gana.

Ringelmann observó que según iba incorporando gente a tirar de la cuerda, la fuerza ejercida por el equipo en su totalidad iba aumentando pero la fuerza media aplicada por cada miembro disminuía a partir de un cierto número. Este efecto está relacionado psicológicamente con el concepto de «holgazanería social«, un fenómeno psicológico por el cual el grupo tiende a esconder la falta de esfuerzo individual. Es por ello que no siempre aumentar el tamaño de un equipo implica aumentar la efectividad del mismo lo suficiente como para justificar la inversión de incorporar a esa personas.

¿Debe este número condicionar el diseño de un equipo?

Mi respuesta es NO. Desde mi humilde opinión, el tamaño de un equipo no debería ser la primera variable que se tenga en cuenta a la hora de componer un equipo.

Tener clara la misión o tarea encomendada, los recursos con los que contará, así como el contexto en el que se desenvolverá son sin duda elementos a los que doy mayor protagonismo cuando pienso en la definición del equipo ideal que hay que crear. Sólo cuando todo lo anterior está claro entra la variable del tamaño. He trabajado con equipos realmente eficientes formados por 12-15 personas, todo, como siempre, depende de las personas que lo formen, su grado de conocimiento mutuo, capacidad de colaboración, confianza… y un sinfín de cosas más. Y es que resulta fundamental dedicar tiempo inicialmente a que los miembros del equipo se conozcan entre ellos así como que lleguen a acuerdos de trabajo iniciales.

En alguna organización me he encontrado decisiones, donde el «purismo» en la implementación de algunos conceptos como este del tamaño máximo de un equipo, ha hecho que todo el diseño de la organización se supedite a este «número mágico» y no se permita que haya equipos de un número mayor a 9 (ni 10 es permitido). Lo que conlleva que, en determinadas ocasiones, no se cree el mejor equipo que pueda realizar la tarea encomendada sino el mejor equipo con menos de 10 personas que puede realizar la tarea. Incluso en algunas organizaciones deciden que haya 2 equipos de 5 personas antes de un equipo de 10, lo que puede derivar más problemas que ventajas al poderse generar silos de información entre equipos, complicarse la colaboración para realizar el objetivo común (cada equipo piensa en el suyo) y un sinfín más de problemas de coordinación y sincronización.

Como conclusión, me gustaría destacar la importancia de tener equipos pequeños, sí, de no más de 9 personas aproximadamente pero… no supeditemos todo a esto y tengamos presente que lo importante es construir el mejor equipo para desempeñar la tarea aunque, a veces, implique saltarse un poco al bueno de Ringelmann.

Y tú ¿qué criterios tienes en cuenta a la hora de formar un equipo? ¿Quién participa en esta creación? ¿Cómo se realiza el proceso de selección de los miembros que formarán el equipo? Esto, me lo dejo para otro post 😉