«Individuos e interacciones”, o como me gusta renombrarlo “personas e interacciones”, es uno de los valores del Agile Manifesto y para mí no es uno más, sino EL VALOR. Todo trata de personas y sus interacciones y de esas personas en sus interacciones surgen emociones. Y esto es lo más emocionante de agile.

Cuando nos enfrentemos al mal llamado cambio metodológico, lo realmente complejo no es hacer las cosas de una forma diferente. Lo complejo no es hacer dailies o hacer explícito el flujo de entrega de valor, no. Eso sólo es hablar 15 minutos al día y poner post-its en un panel visual. Lo realmente complejo son los cambios en las relaciones que se producen dentro de dicho cambio. Es ahí, donde surgen las emociones, donde radica el auténtico cambio de la transformación cultural, digital, o del tipo que sea.

Cuando trabajamos nuevas formas de trabajo surgen emociones como el miedo a ser prescindible que vive un project manager cuando ve que el control y la toma de decisiones se distribuye. También está presente la frustración de un equipo que quiere entregar un trabajo de calidad haciendo planificaciones antes de cada sprint y se ven presionados a vivir en lo urgente más que en lo importante. Existen momentos de enfado cuando un product owner ve que el equipo se atrinchera para no priorizar lo realmente importante para la entrega de valor para el cliente. Aparece la inseguridad cuando en una retrospectiva alguien comparte que durante el sprint hubo muchos errores en producción. Surge la sorpresa cuando de un día para otro el agile coach nos recuerda que hemos vuelto a nuestros viejos hábitos. Sí, existen emociones en una transformación porque somos personas e interacciones. Y es ahí donde está el trabajo real, donde se encuentra la tensión emocional, cuando levantas la alfombra y buscas lo oculto que nadie quiere o no puede ver. Y, aunque se le ponga todo el cariño del mundo, es delicado porque somos personas que nos emocionamos cuando interaccionamos con otras personas.

Y sí, también surge la alegría cuando después de un sprint hemos hecho una entrega de valor y el cliente nos demuestra en la review su felicidad y satisfacción. Hay orgullo cuando después de una época difícil de intentar muchos cambios, miramos hacia atrás y vemos que retrospectiva tras retrospectiva hemos ido cambiando, poco a poco, hasta sentir que nos hemos transformado como equipo.

Sí, lo emocionante de agile son las personas y sus interacciones.